Sobre esta base incorporaremos el eje de la voz, que representa un espacio de articulación para poder concientizar de manera integrada la idea musical, su ejecución y su percepción interna y reconocimiento externo. Comenzaremos expresando los pulsos ejecutados por los pies a través de una cuenta numérica: “un – dos”. Nótese que el “uno” se dice “un”, debiéndose esto a que considero conveniente que en las cuentas utilicemos monosílabos.
Si bien en este compás solemos decir que hay un tiempo fuerte, el primero, y un tiempo débil, el segundo, propongo habitar la cuenta expresivamente describiendo diferentes relieves en función de asignar a cada pulso:
En función de aprovechar cada una de estas posibilidades, es muy importante variar el tempo. Veremos que a diferentes velocidades cada opción de articulación irá mostrando una faceta parecida pero diferente.
Ahora bien, considero que para comprender corporalmente el carácter de una idea rítmica, precisamos permanecer un tiempo considerable en cada una de ellas, transitarlas, dándonos, justamente, el tiempo necesario para entrar en el flujo que cada una propone.
Y esto necesariamente nos conecta con la respiración cuya concientización será fundamental para poder realizar los ejercicios durante el tiempo que requiere aquella permanencia sin agitarnos. ¿Cómo la organizamos? Propongo acompañar desde la respiración los cambios de iniciación o finalización de ciclo, y dependiendo del tempo veremos que ésta podrá ser necesaria en cada compás, o cada dos compases, tres, cuatro. La falta de aire así como su exceso nos van a limitar en la precisión, la concentración, en el flujo.
Considero que tomar conciencia de la respiración y su ciclo, actúa como un elemento unificador, que nos ayuda a tener un balance general de todos estos parámetros.
Ahora buscaremos expresar los pulsos utilizando otros sonidos distintos a la cuenta numérica, como por ejemplo diciendo “Ta – Ta”, “Pam – Pam”, “Tum – cha”, “Tum – chi” etc. Las “onomatopeyas rítmicas” son excelentes guías para orientarnos dentro de ideas musicales, haciendo claro el gesto a través de la intencionalidad con la que las expresemos. Por ejemplo, no será lo mismo decir “Tum – Cha” sin acentuar ninguno de los de los vocablos a que sí lo hacemos:
Sin acentuar: || Tum – Cha | Tum – Cha | Tum – Cha | Tum – Cha ||
Acentuando el primer vocablo: || TÚM – Cha | TÚM – Cha | TÚM – Cha | TÚM – Cha ||
Acentuando el segundo vocablo: || Tum – CHÁ | Tum – CHÁ | Tum – CHÁ | Tum – CHÁ ||
Otra opción sumamente interesante articular esta idea de dos tiempos es la de asignar alturas cantadas a cada pulso, como tónica dominante, o intervalos de tono o de semitono, u otros.
También propongo incorporar el viejo sistema de fonemas de la música Carnática del sur de la India (Konnakol), donde los dos pulsos se expresarán como “Tha Ke”.
Así, al experimentar estas distintas variantes vemos que esta idea de dos tiempos va tomando diferentes identidades sonoras. Y es lo que buscaremos en este curso: flexibilizar nuestra percepción para hacer de cada compás una casa propia, que podamos habitar de manera libre y autónoma. En los ejemplos a continuación coloco algunas posibilidades que surgen de utilizar diferentes cuentas, donde puede verse que si bien el compás se mantiene, las cuentas presentan una identidad sonora bien diferenciada. Nótese en los ejemplos que cada propuesta se repite durante cuatro compases.
¡Pueden crear sus propias combinaciones!